jueves, 16 de enero de 2014

Fuego de San Antón

16 de enero. San Antón. Mientras escribo, oigo los petardos con los que se celebra la fiesta en mi barrio y, esta noche, se prenderán hogueras en multitud de lugares, invocando quizá, los poderes del santo.

Antón Abad, que vivió hace más de mil setecientos años, se echó al desierto en busca de soledad para sus meditaciones, que de ellas tenia costumbre, y allí supo que otro eremita ocupaba una cueva cercana. Guiado por un lobo y preguntando a un sátiro y a un centauro que se encontraron por el camino, encontraron al anciano y Antón le pidió que le acogiera como discípulo. Así lo hizo y el cuervo que le traía el pan al eremita, a partir de ese momento trajo dos. Resultó al fin que al eremita no le quedaba mucho de vida y, al morir, Antón lo enterró con la ayuda de un león, que con sus garras, cavó la fosa en la dura roca.

La historia, oculta por supuesto bajo el halo de ortodoxia con el que la Iglesia tapa todo aquello cuya explicación despertaría otras preguntas de aun más difícil respuesta, y más comprometida, es todo un compendio de simbolismo, con figuras alegóricas que se sumergen en la tradición arcana, en lo iniciático. No es este el momento de eso, quizá mas adelante...

Los caballeros franceses que, siglos después de la muerte de Antón, trajeron su cuerpo de Egipto, fundaron la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Antón, mucho más prudentes y discretos y mucho menos famosos por tanto, que sus hermanos templarios. Cerca de la población burgalesa de Castrojeriz, está la que fue la principal encomienda de la Orden en la Península, el Monasterio de San Antón de Castrojeriz. Desde allí, los caballeros tejieron una red de hospitales en ayuda del peregrino a Compostela y, se dice, que sabían curar una dolencia llamada "Fuego de San Antón", especie de gangrena, confundida a menudo con la lepra, causada por el cornezuelo, un hongo que parasitaba los cereales, base alimenticia, y casi siempre única, en la Edad Media.

Hoy, la cultura popular que aún nos queda, transforma a aquel buscador de conocimiento en el santo patrón de los animales. Muchos han sido las figuras santificadas que sabían hablar el "lenguaje de los pájaros", como Francisco de Asís, el abad Virila o Millán de la Cogolla, siempre acompañados por sus perros-guías.
Aun así, pese a la banalización de los acontecimientos de la vida de Antón, reducidos a bendecir animales de todas clases en largas colas de gentes y mascotas, se prenden hogueras. Cuando el hombre, desde la noche de los tiempos, ha notado desasosiego, prende piras en lucha cara a cara con la oscuridad, buscando algo que sabe que ha perdido pero que ya no sabemos dónde ni cuando.

Curioso que sea en Burgos donde se instalaron aquellos antonianos y que sea en Burgos donde un barrio entero lucha hoy contra la oscuridad fascista del dinero urbanístico.

Que San Antón les ayude. ¡ANIMO!

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