jueves, 20 de febrero de 2014

Patriotas

Les gusta llamarse así, aunque su limitada razón les impida hacerse una idea de lo que eso significa.

Patriotas se dicen, a veces con tanto ahínco que remontan la existencia de su filia a los Reyes Católicos, incluso, en un alarde de malabarismo histórico, erigen a aquel legendario Pelayo en punto inicial de algo que, en sus mentes, toma la forma de España.

Patriotas se dicen, denostando ocho siglos en los que aquellos árabes, separados por abismos ideológicos e intelectuales de estos árabes, enriquecieron nuestra cultura y nuestro pensamiento de manera inmensurable.

Patriotas se dicen, mientras no son capaces de encontrar puntos en común en el diálogo ni lazos de unión más allá de “es que siempre ha sido así” o “es lo que hay”.

Patriotas se dicen, y se les ponen los pelos como escarpias cuando se les nombra la República y se rasgan las vestiduras cuando se esgrime la bandera tricolor, y hacen un esfuerzo titánico para equiparar esa idea, que supuso para esta tierra el único periodo de verdaderas libertades publicas y personales y auténticamente democrático de su historia, con otra mucho mas oscura, ruin y asesina a la que curiosamente añoran.

Patriotas se dicen, mientras intentan por todos los medios cobardes y con intenciones veladas destruir aquellos pilares sobre los que se asentó, con grandes sacrificios políticos e ideológicos, esto que hoy llamamos democracia: las pensiones, la sanidad, la educación, los derechos laborales y sociales…

Patriotas se dicen, pero apoyan toda su fuerza en algo que no nos dejaron ni Pelayo, ni los moros, ni el Cid, ni los Reyes Católicos, ni la República, ni nadie, y que es el insultante y denigrante conformismo que mostramos siempre ante las decisiones de estos salvapatrias. Y cuando, por alguna razón que les resulta inalcanzable, no es así, nos convertimos en simples terroristas urbanos alentados por no sé qué intereses espurios.

Patriotas se dicen, a la vez que se muestran incapaces de concebir un sentimiento de patria que no sea el suyo mismo: uno, grande y hasta el cuello de cadenas forjadas en el miedo y la muerte.

Patriotas se dicen, y cierran su patria a inmigrantes que prefieren jugarse su vida en un salto, en una barquilla, en un muro, mientras la abren a criminales y genocidas que se jugarán la nuestra.

Así que contra ellos, como siempre, la Historia; y con nosotros, aquel “guerrillero loco que mataron en Bolivia y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo” (*), que pese a renunciar explícitamente a patria física alguna, lanzó a los vientos un grito que deberíamos oir tal y como él lo oía: ¡¡¡ PATRIA O MUERTE !!!

(*) "Papá, cuéntame otra vez", Ismael Serrano, Atrapados en azul, PolyGram Ibérica, 1997

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